¿DAVID Y GOLIATH?: EL DIA DESPUES EN LAS UNIVERSIDADES

 Hace al menos una década existe en Argentina y en algunos países del mundo un gran debate respecto al alcance y la eficiencia de las posibilidades tecnológicas en materia de Educación Superior. Históricamente la cultura universitaria ha visto a la educación a distancia, como la “cenicienta” de la Academia que ha debido ser soportada por el crecimiento continuado de la modalidad y por las preferencias de los que demandan estudiar donde quieran y cuando quieran.

pandemia

Existen ya en nuestro país estándares o indicadores básicos (validación de los Sistemas Institucionales de Educación a Distancia por parte de CONEAU) que definen si una oferta educativa a distancia dispone al menos en teoría, de la calidad necesaria para poder seguir validando trayectorias de los que se convierten en profesionales. En Argentina existen aproximadamente 1.8 millones de estudiantes en las universidades, de los cuales unos 130 mil estudian a distancia [1] . De esa población, el 35% se encuentra en universidades privadas. Como verán, las cifras son claras: tan sólo el 6,8 % de los alumnos universitarios y sus profesores, estaban listos para la pandemia. ¿Qué significa esto? Que 1,7 millones de alumnos debieron adaptarse a profesores que intentan aún hoy, enseñar virtualmente con algunas herramientas e infraestructura tecnológica propia o prestada, que las universidades pudieron facilitar.

En todo este acelerado proceso de transición digital, así como en el futuro a mediano plazo, los mayores obstáculos siempre son humanos. De una cosa estamos seguros: las miradas de reojo han desaparecido, por necesidad si así lo prefieren, pero definitivamente  habrá un antes y un después; el uso de la tecnología para aprender y enseñar en remoto se va a incorporar a nuestra vida. La educación virtual ya no es una opción.

Este proceso para algunos que venimos bregando en la necesidad de la bimodalidad como opción en el mundo universitario, ha sido el definitivo impulsor de un cambio paradigmático para aquellas universidades que sepan dónde colocar su diferencial durante la pandemia. Dar por  solucionadas problemáticas como uso de ladrillo, infraestructura inadecuada para una universidad “actualizada”, cátedras intocables, auditorios numerosos, alumnos parados al final del pasillo, cuotas poco inclusivas, y tantas otras cuestiones, es una propuesta que debería tomarse en serio. El inconveniente: son temas que refieren al “cultural drag” o arrastre cultural de las instituciones. Parafraseando a Drucker, ¿dejaremos que una vez más la cultura se desayune la estrategia? ¿Esta ‘transformación’ será un espasmo o un continuo creciente?

Y qué es la bimodalidad? Es el día después de la cuarentena. Es el proceso organizado en una universidad por el cual mediante formación tecnológica y pedagógica de su profesorado y la flexibilidad de circuitos normativos, operativos y administrativos, las modalidades presencial y virtual se enriquecen mutuamente tendiendo a la convergencia de recursos distribuidos que facilitan la inclusión, la calidad y la retención del estudiante universitario, maximizando la eficiencia y favoreciendo la personalización de las trayectorias educativas.

Ya los profesores tradicionales están explorando las posibilidades que aporta lo virtual, sería un gran error regresar a los claustros el día después a repetir lo que venía sucediendo. ¿Porqué? Básicamente porque todos los estudios comparados en los últimos diez años (cfr Garcia Aretio, 2018) no arrojan resultados significativos respecto a la calidad de un estudiante presencial sobre uno virtual. Donde sí aparecen mejores resultados es en la experiencia de “blend learning”. Por ejemplo:  los alumnos de Abogacía estudian on line pero una vez al año regresan al campus físico para realizar in situ ejercicios referidos a sus prácticas profesionales en entornos físicos simulando juicios. Alumnos que regresan a los campus físicos a utilizar monitoreados por sus mentores, simuladores virtuales permiten al profesor de histología disponer de un aula con unos 5000 cortes de células para que cada estudiante puede ver tantas veces como quiera el material, sin necesidad de disponer de un número imposible de microscopios, o practican montar una empresa y desarrollar acciones de gestión y mercadeo sin provocar descalabro económico  a ningún emprendedor desprevenido.

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En octubre del 2019, Lorenzo Garcia Aretio, un estudioso de la modalidad a distancia creador de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) en España, se presentaba on line, en la Universidad Católica de Salta, en  Argentina, desde su casa en Madrid, en un acontecimiento académico sin precedentes. Hoy la tecnología holográfica junto con la IA (inteligencia artificial), el Aprendizaje Adaptativo, la Realidad Virtual y Aumentada, y la evaluación digital, son los tópicos que marcan tendencia (Gartner, 2019) en educación. Y ni hablar del blockchain que ya se usa en algunos espacios para certificar trazabilidad total de los procesos.

Las universidades que ya disponen de las dos modalidades y vienen trabajando cada una en lo suyo, son campo fértil para llevar adelante un plan de Convergencia. Teniendo la infraestructura tecnológica necesaria y una población de docentes ya capacitados en la virtualidad, se puede disponer de la arquitectura de aulas virtuales, capacitar a los nuevos docentes duales, reorganizar espacios, horarios, desarrollar otros nuevos, producir una reingeniería de los recursos humanos, pues algunos perfiles ya no serán necesarios y otros se requerirán, aunque trabajen desde sus casas, lo que facilitará conseguir esa preparación requerida que es escasa actualmente en Argentina. ¿Y qué hay de las tradicionales universidades presenciales? Probablemente sea un modelo que continuará un tiempo más, pero nunca con tantas horas concentradas en aulas físicas, y destinado a las élites dispuestas a pagar el costo de una educación basada en la red de contactos que proporcionará para el futuro laboral, en el mejor de los casos. ¿Y el resto? Automatización, digitalización, robotización, son los mantras de las universidades que quedarán en pie post covid 19, que deberán abrirse camino entre los obstáculos del dogmatismo de la Academia presencial.

Para que esto pueda escalar y asegurarse mayor acceso a la formación universitaria, las universidades deben pensar en cambiar en serio. Aquella institución, no importa que fuese nacional o privada, que no tenga visión estratégica y capacidad operativa para robotizar, automatizar y digitalizar el modelo, terminará hundida en el pago de intereses de créditos gigantescos o en el mantenimiento de una nómina que no se adapta a los tiempos que ya corren, que la conducirá al vagón de cola para siempre. La UNESCO, ha recordado en estos días, uno de los objetivos de la Agenda Education 2030, donde se pide “concebir sistemas educativos más resilientes y más reactivos a los conflictos, a los desórdenes sociales y a los riesgos naturales, de modo que la educación continúe funcionando en medio de situaciones de urgencia, durante los conflictos y en los períodos que a ellos se subsiguen”. ¿Porqué no animarnos a pensar la universidad divergente?

¿Cuáles son las principales dificultades para pensar la Convergencia?  Son varias, empezando por la evaluación, retención y acreditación de los estudiantes, pasando por el diseño organizacional, el modelo pedagógico, los sistemas de garantía internos de calidad, entre otros. Hay una cuestión clave que también lo dificulta y son las regulaciones universitarias. Resulta difícil imaginar poder cumplir las rígidas normas presenciales que definen la calidad de los procesos universitarios en este nuevo contexto que vino para quedarse. Particularmente existen dos áreas de conflicto: las prácticas profesionales supervisadas y los exámenes finales. ¿Cómo imaginarnos siquiera con exámenes on line en casa que aseguren la validez y confiabilidad que tanto necesita la Universidad para garantizar la calidad de un futuro profesional? Cómo puede éste aprender a hacer, sólo a través de simulaciones virtuales?

Hace algunos años en una comisión de educación a distancia de universidades privadas en Argentina, debatía con un prestigioso académico acerca de la imposibilidad de que un estudiante de medicina pudiera nunca estudiar de manera virtual porque “al hueso hay que tocarlo”. En una época donde Harvard acaba de publicar en Science que el distanciamiento social deberá extenderse hasta 2022 y algunos hasta proponen dejar atrás el típico apretón de manos al saludarse, tendremos que repensar las claves de lo que se aprende y cómo. Algo así como hackear la didáctica clásica. Pero esto lo dejo para otra noche de desvelos…

[1] https://libertad.org.ar/web/wp-content/uploads/2019/09/CISE_Radiografia_Universidades.pdf